Echar una filípica.

La expresión "echar una filípica" se utiliza para reprender y censurar a alguien con vehemencia, con severidad y con acritud. Coloquialmente, echar una bronca violenta.

La expresión proviene de las filípicas, discursos políticos de Demóstenes contra Filipo II de Macedonia. Se trata de cuatro documentos escritos entre 351 a. C. y 340 a. C., dirigidos contra el creciente poder del macedonio, a quien ve como una amenaza, no sólo para Atenas, sino para todas las ciudades estado griegas.

Las Filípicas fueron pronuncadas en diversos momentos de la historia: la Primera filípica en el 351 a. de C., la Segunda filípica, en el 343 a. de C., la Tercera filípica en el 341 a. de C., y la Cuarta filípica, en el 340 a. de C.. Pero en todas ellas el orador dejaba claro que se oponía al expansionismo del rey macedonio y defendía la libertad de las polis griegas.

Por su tono vehemente, acalorado y furioso, también reciben el nombre de Filípicas los catorce discursos que contra Marco Antonio pronunció Cicerón (106-43 a. de C.), el más grande de los oradores romanos. Estos discursos provocarían el asesinato de Cicerón a manos de mercenarios a sueldo enviados por Marco Antonio.

Un significado similar tiene la palabra catilinaria, en alusión a los cuatro discursos, Catilinarias, que Cicerón pronunció en el Senado en el año 63 a. de C. contra Lucio Sergio Catilina, cabecilla de una conspiración contra la libertad de Roma. Es famoso el comienzo de la Primera Catilinaria: "Quosque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?" —"¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?"

Significado

Echar una filípica: realizar una invectiva, una censura acre.

Catilinaria: Escrito o discurso vehemente dirigido contra alguna persona.